Sintió la boca helada, la nieve cubrió sus labios y sopló muy fuerte para que las pequeñas partículas livianas y blancas cayeran sobre su rostro.
Decidió perder el tiempo, bajo el cuidado del cielo y la copa de los árboles, sus hojas amarillas deslizaron pequeñas gotas de agua que se congelaron mientras caían al vacío.
Acostada sobre una alfombra blanca, Ana comió un poco de nieve y sintió como su boca roja se agrandaba. Miró a su alrededor y observó a una joven pareja que se besaba.
Con su mano helada, tomó un puñado más y lo tocó con la punta de su lengua. Quería experimentar su propio beso, fantaseó durante varios minutos sobre que sensación provocarían otros labios pegados a los suyos.
Levantó lentamente su cuerpo entumecido por el frío. Agarró su mochila, caminó sin rumbo, distraída, sobre una capa gruesa de nieve. Apreció como sus pies se hundían en el colchón frío, se sintió tan liviana que decidió seguir adelante, marcando las huellas de su camino.