Abelino maneja su auto una mañana cualquiera. Mientras conduce decide cambiar el rumbo de su día. Si hoy se cruza de nuevo con la chica del pelo rojo abultado, le va a hablar. La idea lo atemoriza y le provoca nerviosismo. Hace mucho que no intenta conquistar a una mujer.
El tránsito avanza, Abelino prende un cigarrillo que deja colgando entre sus labios. Cuando está por llegar a la esquina, puede distinguir a la joven que acomoda su cabello mientras lo mira y le sonríe.
Abelino se detiene en el semáforo, de manera torpe baja la ventanilla y llama a la chica con tono nervioso.
-Hola, hace varios días que te cruzo en esta esquina- dice Abelino sintiéndose un poco estúpido por lo que acaba de decir.
-Hola soy Emilia y también te veo siempre por acá- dice sintiendo que el corazón se le está por salir de su menudo cuerpo.
-¿ Querés que mañana tomemos un café? -propone Abelino y pone primera para seguir el tránsito.
-Si, claro que quiero- contesta Emilia.
Mientras se observan con la mirada eterna de los amantes.