Reseña
Tita sabe que su destino es no ser feliz, lo aprendió desde pequeña, cuando le dijeron que nunca iba a tener vida propia y su destino era estar con la familia y ayudar en la casa. Pasó parte de su vida cocinando junto a Nacha, conociendo mucho sobre los ingredientes, pero nada de la vida. Pero también aprendió que los ingredientes no son lo más importante para cocinar un buen plato, sino todo el amor con que seas capaz de hacerlo. Tita comenzó a deleitar con sus platos no sólo tenían el poder de deslumbrar por sus sabores y texturas. Su tristeza, su alegría, su deseo o su dolor a la hora de prepararlos se contagiaban irremediablemente a todo aquel que los probaba.
A través de la cocina Tita logra explorar y conocer los gustos de la gente y reconoce los saberes de la felicidad o la tristeza y llegar al corazón de muchos y de su amado Pedro.
Los mandatos patriarcales quedan expuestos en la novela y son las propias mujeres de la familia de Tita, quienes la condenan a vivir sin amor y libertad y cumpliendo con las funciones de la mujer en la familia.
Tita intenta de todas las maneras salir de esa prisión que es su casa y la cocina, el amor y los platos pasan a ser una vía de escape.
